miércoles, 11 de junio de 2008

CONVERSEMOS SOBRE INDUCTIVISMO

EL PRESENTE ENSAYO ES EL RESULTADO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LE PROCESO DE INDUCCIÓN DE LA CIENCIA.
INDUCTIVISMO, LA VERDAD A TODA PRUEBA.
Víctor Manuel Piñeros Caipa


Una de las expresiones que alegra la enseñanza de las ciencias en el aula de clase, es ver el tono rosado de las mejillas del educador al ver que lo que estaba experimentando al frente de sus estudiantes dio resultado. El cuerpo de alumnos de inmediato se alegra y se ha comprobado que la ciencia es exacta y por tal motivo ésta se deriva directamente de la experimentación. Es común escuchar que “la ciencia se deriva de los hechos”. Esta concepción de ciencia está influenciada por una corriente de pensamiento de los países nórdicos y anglosajones, definidos como clásicos empiristas John Locke (1632 – 1704), George Berkeley (1685 – 1753), David Hume (1685 – 1776) entre otros, fueron firmes en sus posturas de leerse mutuamente y el de considerar inútil la lectura de trabajos de otros grupos. El Circulo de Viena fue sin duda alguna uno de los grupos más característicos en esta posición, especialistas en ciencias de la naturaleza y en firme oposición a los diversos trabajos que pretendían resolver problemas de la Ciencia del Hombre. E Mach (1838 – 1936), Otto Neurath (1882 – 1945), Rudolf Carnap (1891 – 1970), Bertrand Russell (1872 – 1970), entre otros, se constituyeron en sus principales defensores.
La posibilidad de derivar lógicamente teorías a partir de hechos experimentales u observacionales, se constituye en el argumento principal de los positivistas, lo que quiere decir, que dado los hechos particulares, percibidos directamente por los órganos de los sentidos, se pueden probar y generalizar las explicaciones (predicciones) formuladas por la teoría inducida, a partir de los hechos y que a su vez surgen como consecuencia de la experimentación misma.
Según Chalmers, la postura que tienen empiristas y positivistas con relación al punto de vista donde el conocimiento científico debe de alguna manera debe derivarse de los hechos alcanzados por la observación, existen dos puntos de vista respecto a la naturaleza de los “hechos” y como los científicos tienen acceso a ellos; y la segunda, cómo se derivan las leyes y las teorías una vez se han obtenido los datos experimentales, para construir el conocimiento científico.

En primer lugar, se hace necesario revisar la visión que tenemos acerca de lo que es un hecho científicamente hablando. Chalmers (1984) en sus capítulos iniciales del texto ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Realizó un análisis concerniente al significado de los hechos, las características y condiciones que deben cumplir los mismos para ser aceptados como tales.

Al respecto, comenta que “los hechos son afirmaciones acerca del mundo que pueden ser verificadas directamente del uso cuidadoso y desprejuiciado de los sentidos”, por lo que se deduce desde esta postura, que todos aquellos fenómenos naturales que son capaces de impresionar nuestros sentidos son catalogados como hechos, si de manera cuidadosa y sin prejuicios de ninguna índole son percibidos. Sin duda alguna las experimentaciones se basan directamente en la percepción. Oír, ver, tocar, son entonces percepciones por las cuales ha de apoyarse la ciencia.

“No fueron tanto las observaciones y experimentos realizados por Galileo las que originaron la ruptura con la tradición, como la actitud hacia ellos. Para él los hechos extraídos habían de ser tratados como hechos y no relacionados con una idea preconcebida”… “los hechos observacionales podían encajar en un esquema admitido o no, pero lo importante en opinión de Galileo, era aceptar los hechos y construir una teoría que se ajustara a ellos”. Este episodio clave en la vida científica de un hecho observable, la determinación defensiva a los hechos como tales sin relacionarlo con teoría alguna para mantener perfectible y sin prejuicios de los mismos, constituyen el principio fundamental empirista y positivista.

Consideremos ahora los criterios que se deben tener en cuenta en la constitución de un hecho para considerarlo como base del conocimiento científico. Se pueden estimar los siguientes aspectos:

a. Los hechos se dan directamente a observadores cuidadosos y desprejuiciados por medio de los sentidos.
b. Los hechos son anteriores a la teoría e independientes de ella.
c. Los hechos constituyen un fundamento firme y confiable para el conocimiento científico.

En segundo lugar, para entender como se derivan las leyes y las teorías una vez se han obtenido los datos experimentales para construir el conocimiento científico, hay que esclarecer los postulados claves para entender el razonamiento inductivo, y también es prudente precisar las características que presenta éste y las condiciones que debe cumplir para ser aceptado. Un razonamiento lógico que justifique que desde los hechos observables se puedan inducir leyes es preciso que presente y satisfaga las siguientes condiciones:[1]
1. El número de enunciados observacionales que constituyen la base de una generalización debe ser grande.
2. Las observaciones se deben repetir en una amplia variedad de condiciones.
3. Ningún resultado observacional aceptado debe entrar en contradicción con la ley universal derivada. Lo anterior puede resumirse en el siguiente enunciado del principio de inducción:

Si en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si todos los A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B.

Al analizar los diversos postulados con lo cual la naturaleza propia de un hecho y el análisis inductivo de los mismos dada la construcción del conocimiento científico, podemos evidenciar que existen falencias en los diversos argumentos expuestos.

Al referirnos al aspecto relacionado con la naturaleza de los hechos y las condiciones que deben cumplir estos, evidenciamos también muchas contradicciones en su concepción y en los postulados que los definen como tal. Existe una ambigüedad en la en el término hecho, porque se puede referir a las cosas que existen en la naturaleza como un estado fenomenológico, y también del enunciado que hace referencia al hecho mismo. Al respecto (Chalmers, 1984, p.45) en el ejemplo que hace referencia a la existencia de montaña y cráteres en la luna, expone que es un hecho la existencia de las mismas, pero también es importante tener los referentes conceptuales que nos permitan distinguir las concepciones de cráter y luna. Otro ejemplo, que puede aclarar este aspecto, está relacionado con la las lunas de Júpiter, la existencia de estas lunas, sus órbitas, trayectoria y temporalidad en dar una vuelta al planeta dieron a Galileo la evidencia de estar frente a un hecho de mucha importancia para la ciencia y también es cierto que la contrastación de este hecho con los referentes, permitían comparar estos movimientos con los del satélite natural alrededor de la tierra, lo que generó emitir un enunciado de este hecho a favor de la teoría heliocéntrica.

Ahora bien, si los enunciados de los hechos son en última la plataforma en que de una u otra manera se construye la base de la ciencia, no son los hechos observacionales por si mismos los que constituyen y posibilitan el desarrollo de ella. Los sentidos constituyen en gran medida el aparato perceptor de los estímulos que recibimos de los diversos fenómenos naturales, y somos nosotros, con nuestros referentes teóricos acumulados a lo largo de nuestra vida, los que en última construimos enunciados observacionales de estos hechos. Nuestros sentidos perciben lo que están en capacidad de ver y es nuestra mente es la encargada de construir los enunciados de los hechos de acuerdo a un desarrollo conceptual preestablecido. Un observador experto tendrá mayor posibilidad de derivar hechos observables que seguramente un observador novato pasaría por alto en los mismos eventos observados.

Por otro lado, hay que abordar los problemas que se presentan en las diversas percepciones. Porque se hace evidente que dos observadores enfrentados a un mismo fenómeno bajo Las mismas condiciones, necesariamente no observaran lo mismo. En primera instancia dependerá de los referentes que tenga cada uno de ellos (conocimiento), como lo he tratado con anterioridad, y además se necesita habilidad (experiencia) para observar lo que se desea y por último que nuestros órganos de los sentidos nos estén entregando percepciones erróneas que en última instancia envían al cerebro informaciones que no están sujetas a la realidad del fenómeno observado. N. R. Hanson (1958), citado por Chalmers expresa” hay más en lo que se ve, que lo que describe el globo ocular.”

Las ilusiones ópticas constituyen un aspecto de real importancia que hay que tener en cuenta en el momento de definir el hecho observacional, porque nuestros sentidos pueden estar siendo engañados como sucede en el ejemplo del recuadro, que da la apariencia que los cuadrados estén ligeramente curvados hacia el centro de los círculos, pero ésta es una ilusión óptica, porque al rectificar con una regla se evidencia que los cuadrados son perfectos y las líneas no están curvadas.

Existen muchos ejemplos como el anteriormente presentado, algunos de ellos son ocasionados cuando el rayo de luz debe pasar por medios con diferentes índices de refracción, el aspecto ligeramente torcido de una cuchara introducida en un vaso con agua, la profundidad aparente de un estanque con agua al observarlo desde el borde superior.

Al hacer referencia al segundo aspecto que caracteriza la postura de los positivistas, al referirnos a los principios que rigen el proceso lógico inductivo (página 5) Con relación al principio 1, que estipula: que el número de enunciados que constituye la base de la generalización debe ser grande, es indudable cuestionarse la significación del vocablo “grande” ¿Cuál es el número de experiencias necesarias para que sea aceptado como válido? Al respecto, Charlmers (p 44) expone que “seguramente se produciría una gran arbitrariedad si se tratara de introducir precisión aquí eligiendo un número.

Ahora bien, si nos detenemos a analizar la condición número 2 donde se expresa que las observaciones se deben repetir en una amplia variedad de condiciones, presenta dificultad en el sentido que es subjetiva la interpretación de lo que sería la variedad significativa de condiciones lo que aumentaría a un número incalculable de condiciones, necesarias que satisfagan esta condición. Siempre existiría alguna condición de relevancia y de invaluable importancia para el hecho observable, hasta caer en las excentricidades, como anota Chalmers (p 45) donde ilustra como condición para el problema de la dilatación de los metales por el calor, al no tener claras las condiciones de rigor, el tamaño del laboratorio y el color del calcetín del experimentador.

Una de las formas donde incuestionablemente se da por sentada una postura con respecto a las condiciones necesarias para el evento experimental, necesariamente debe tener su origen en los referentes teóricos que rigen la investigación. Estos referentes son previos a las observaciones y en razón de los mismos se hacen estas. Lo anteriormente expuesto pone de manifiesto la negativa al estricto cumplimiento del condicionamiento inductivo 2. Si no es la teoría la que condiciona los eventos observacionales, surge el interrogante de ¿Cómo se justifica así mismo el condicionamiento al que se recurre cuando se juzga si cierta circunstancia es o no relevante para el fenómeno que se investiga? La respuesta es que acabaría en una inagotable lista de nuevos razonamientos que a su vez requerirán de condiciones específicas, dejando por sentado la inimaginable cantidad de prerrequisitos.

Al condicionar el proceso inductivo que ningún resultado observacional aceptado debe entran en contradicción con la ley universal derivada, las observaciones de Galileo referente a las lunas de Júpiter, que dan al traste con las teorías geocéntricas, las pruebas de la existencia del oxígeno en la combustión por Lavoisier en 1771 en contraposición a lo establecido por Mayow ( 1643 – 1679)[2], el tamaño aparente de Marte y Venus, son algunos ejemplos claves de la poca eternidad de las leyes universales.

En similitud al pavo de Russell, existe una fábula local que mi padre me contó, donde se narra que un burro y un cerdo vivían juntos en el campo y toda la alimentación estaba destinada al cerdo, dejando al burro en segundo plano. Cuando el burro llega a la conclusión de que existía una demarcada preferencia por el cerdo en las luchas de clase, el pobre animal fue el plato principal de la cena. Al día siguiente de Navidad la comida que le correspondía al cerdo se la dieron al burro, el que contestó, gracias pero tengo gripe. Podemos concluir ésta parte argumentando que no siempre una ley es universal y es verdadera, pues esta depende en gran medida de los múltiples avances de la teoría y el desarrollo de la tecnología.

Con este análisis de fondo, es de mucha relevancia hacer mención del criterio de verdad de los enunciados observacionales. Este criterio de verdad depende directamente de las categorías usadas para derivar los enunciados observacionales y también de la validez de los enunciados que estipulan las categorías utilizadas para la observación. Galileo con sus referentes y la tecnología del telescopio (que tienen inmerso otro cúmulo de teorías ópticas y matemáticas) echó por tierra las observaciones a simple vista y los postulados (enunciados observacionales)que se derivaron de los tamaños aparentes de Marte y Venus hechas por Copernico.

Es posible concluir en esta primera parte que los hechos y enunciados observacionales de ellos, están íntimamente ligados con una teoría predecesora, arraigada en la persona del observador, que articula y orienta los criterios de verdad y falsedad de los mismos y establece en última instancia su criterio de ciencia. “ Toda opinión al efecto de que el conocimiento científico se basa en los hechos adquiridos por la observación debe reconocer, que los hechos, al igual que el conocimiento son falibles, y están sujetos a corrección y que son independientes al conocimiento científico y a los hechos sobre los que se pueda decir que se basa” Chalmers (1984, p 17)
[1] CHALMERS. A. 1984 ¿Qué es esa cosa llamada Ciencias? Nueva edición. P 43.
[2] Harré. R. 1981. Grandes experimentos científicos, p 138 – 139.
  1. ¿PORQUÉ EL TITULO SUGIERE LA VERDAD A TODA PRIUEBA, ¿QUÉ REFLEXIÓN DENOTA?
  2. ES POSIBLE ENSEÑAR CIENCIAS USANDA PARA ELLO PROCESOS NO INDUCTIVOS? SI LA RESPUESTA ES SI, ¿CÓMO LO HARÍAS SI LA RESPUESTA ES NO, ¿PORQUÉ?
¿Qué imagen de ciencias estamos vendiendo los educadores a nuestros estudiantes? ¿Qué concepción de ciencias tienen en sus mentes estos estudiantes? . Estos son cuestionamientos que sin duda alguna, el maestro de ciencias se debe realizar al planear las diversas actividades a desarrollar en el aula para desarrollar con sus educandos los diversos conceptos abarcados por la ciencia. Por otra parte , y por que no decirlo, existe la posibilidad de que estos interrogantes no lleguen a la mente del educador desprevenido y convencido que en su afán de cumplir un compromiso de “contenido” termina vendiendo una imagen de ciencia que, sin duda no es lo que en realidad estaba paensando al planear su clase.

En realidad somos concientes de la epistemología de la ciencoa que desarrollamos en el acto de enseñar ciencias.